Westworld resulta en una
propuesta estéticamente excelente y narrativamente intrincada que ayuda a no
únicamente entretener al espectador, sino también a que reflexione
momentáneamente y a esbozar interrogantes en los que tecnología y humanidad no
son términos tan distantes.
Inicialmente, Wesworld queda mbellecida
sin duda por las actuaciones magistrales de todo el elenco de actores. Y es que
en múltiples ocasiones las actuaciones suponen el soporte que ayuda a provocar
reacciones intensas en el espectador. Sin embargo, Westworld también se deja
llevar por algunas resoluciones argumentales algo predecibles, que a veces se
magnifican más de lo oportuno, siguiendo erróneamente una máxima basada en
aumentar el número de misterios e intentar dar una respuesta magistral a todos
y cada uno de ellos.
Algo que Westworld plantea y que
personalmente supone el porqué de recomendar esta serie es la profundidad
narrativa que permite poner sobre la mesa una serie de cuestiones éticas y
morales que sirven de lente con la que ver a través de la naturaleza del ser
humano. Durante la serie, surgen revelaciones muy trascendentales que suelen
venir de la mano del Dr. Robert Ford (Anthony Hopkins) el propio creador del
parque, que rubrica a los hosts y que
ayudan a que éstos no simplemente se revelen por ende contra los sus dioses,
sino que comprendan y descompongan pieza por pieza el razonamiento que les ha
llevado a esa conclusión.
Westworld no llega como sucesora
de Game of Thrones, tal y como se veía reflejado en múltiples noticias y
comentarios de la red. Aun contando con un contenido muy explícito y algún recurso
narrativo típico de la fórmula GOT, Westworld decide crear una nueva categoría
y situarse en ella, no como sucesora sino como una novedosa propuesta de serie
pensada, reflexiva y ordenada en distintos niveles de interpretación, por los
cuales el espectador decide dejarse llevar… o no.